lunes, 15 de octubre de 2007

Segovia y Cantalejo

Este fin de semana estuve en Segovia y en Cantalejo. La primera es una ciudad famosa, patrimonio de la humanidad, con un acueducto y un alcázar impresionantes y muchos turistas; el segundo, un pueblito muy pequeño que está a una hora de Madrid y que es como todos los pueblitos pequeños en España: se mezclan los trazados de callecitas tradicionales y las casas muy viejas con autos carísimos de últimos modelos y casas supermodernas con gran tecnología. Y, como suele pasar, es en esos lugares donde los símbolos oscuros tienen más permanencia: está la plaza Francisco Franco, la calle Primo de Rivera, la calle Falange Española, la plaza Alemania...

martes, 9 de octubre de 2007

"Jugar con fuego"

Hoy el informe del día de Clarín.com es un artículo mío sobre Pío Díaz, el artista argentino al que fui a ver a Dinamarca hace poco más de un mes. Para leerlo, click aquí.

lunes, 8 de octubre de 2007

Mi Superclásico más raro

El fin de semana estuve en Ciudad Real, capital de la provincia homónima situada al sur de Madrid. A 56 minutos en tren, un fabuloso tren que no es el AVE (Alta Velocidad) pero se le parece, es uno especial de Renfe, la empresa ferroviaria de aquí. Llegué de regreso a la Puerta de Atocha ayer a las 19.13, es decir, trece minutos después del horario pautado para el comienzo del partido más importante del fútbol mundial. No bien llegué, me tomé el metro hasta Príncipe Pío, un centro comercial donde está el local madrileño de "Locos por el fútbol", el bar temático argentino. Entre el trasbordo y la menor frecuencia de coches por ser domingo, llegué allí a las ocho menos cuarto. Y todo para que un patovica pelado y extranjero (no dominaba muy bien el español, tenía pinta de ser de Europa del Este) me dijera:

-Diez euros, con dos bebidas.

¡Diez euros! ¡Y sólo para ver el segundo tiempo! Me pareció demasiado. Para colmo, le pregunté qué ponen.

-Boca... -y se quedó callado, presa de la duda acerca de cuál demonios era el otro equipo.
-River -le dije.
-Eso. River.

Me di media vuelta y me fui de nuevo al metro, rumbo a La Latina, donde una estimada colega (que me escribió un mail luego de leer el post anterior) me dijo que vio el partido del año pasado. Un barcito en una esquina, me dijo. No era un dato muy preciso, en un barrio (y una ciudad) donde uno levanta la vista y ve un bar. Sólo en Antón Martín, hay más bares que en toda Noruega. Fui a La Latina, di vueltas y vueltas y cuando ya estaba casi desesperanzado, la pantalla de plasma del bar Cantalejo, en la esquina de la calle de Toledo y la Cava Alta, me mostró al Burrito Ortega llevando la pelota y esos raros pantaloncitos blancos que usa River desde que yo me vine. Me sentí afortunado, aunque ya hubiera empezado el segundo tiempo. Eran las ocho y diez. Entré, me acomodé en la barra y pedí una caña. Me la sirvieron con una tapa de bolitas de papas, papas fritas y unos pedacitos de chorizo. Me saldría menos de diez euros, sin dudas.

Había un problema: el televisor estaba sin sonido, y la transmisión (la misma que en Argentina, emitida por TyC y tomada por una señal de Canal Plus) omitía el videograph del resultado y el tiempo de juego. Es decir, no sabía cuánto faltaba para que el partido terminara y, lo peor de todo, no sabía cuánto iba. Le pregunté a uno de los mozos, que me dijo: "Creo que gana el River, vi que hizo un par de goles, dos guapos goles, pero la verdad que no sé".

Con esos datos mínimos, me puse a mirar el partido. Pero a cada minuto dudaba más, hombre de poca fe, de la palabra del camarero, porque River era el que iba para adelante, dominaba la pelota, y Boca no hacía nada. No atacaba, no reaccionaba. Era River el que parecía necesitar el gol. Y se los perdía. El partido fue bastante pobre, casi no vi chances frente a los arcos. Pero Boca no hacía nada de nada. Bueno, sí, pegaba patadas. Y no podía parar al chiquitín Buonanotte. Pero River tampoco parecía desesperado, así que lo más lógico parecía que fueran empatados. En un momento la cámara se detuvo unos cuantos minutos en la tribuna de Boca, y la hinchada cantaba, parecía feliz. Eso casi me convenció de que la cosa estaba empatada. Ellos festejan mucho los empates contra nosotros. Evidentemente, sacarnos un punto en nuestra cancha ya es toda una hazaña.

Y así, mientras yo me comía los codos de los nervios sin saber cuánto iba el partido, y creía que si River metía un gol debía festejarlo mucho porque iba a ser decisivo, fueron pasando los minutos.

Un detalle que no mencioné hasta ahora: nadie más que yo miraba el partido. A nadie parecía interesarle. Junto a mí se lamentaba un madrileño hincha del Aleti, que acababa de perder por paliza contra el Barsa, y que de pronto y no sé a cuento de qué se puso a despotricar contra Raúl:

-Es un inútil.
-Está mayor -le respondió una interlocutora, hincha del Real Madrid, quien un minuto antes le había dicho que prefería que ganara el equipo de Messi antes que el de Agüero y Maxi Rodríguez.
-No, no está mayor: es un inútil.

Y así pasaron los minutos, y yo sin saber cuánto faltaba, hasta que se cumplieron los 45 minutos desde el momento en que yo llegué y, no quedaba otra, la cosa se terminaba. Y entonces Passarella hizo los cambios, y salieron Buonanotte y Ortega y las sonrisas en sus caras y los abrazos en el banco me hicieron decir "eso no puede ser por un empate", y enseguida el partido se terminó y por fin apareció el videograph: River 2 - Boca 0, y la verdad que me sorprende todavía haber visto a ese Boca tan inexpresivo y soso y sin alma.

De pronto recordé más de un superclásico en Los Angelitos, en Varela, ganado por Boca, y yo rodeado de bosteros que no paraban de gritar, y yo ayer disfrutando de otro de estos triunfos cada vez más habituales, entre el silencio y la indiferencia de un bar que se preparaba para el partido del Madrid, que comenzaría inmediatamente después.

-¿Qué era, la final de la liga? -me preguntó el mismo mozo de antes al ver que todo River se abrazaba en el medio del campo y que el Monumental era una fiesta.-No -le respondí-, es el partido más importante de la Argentina.

Le hubiera dicho la verdad, que es el más importante del mundo, pero creo que no me habría entendido. Le pagué el euro con veinte que me costó la caña y me volví a casa, feliz.

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PD: Debido a todo lo que conté, recién ahora, cuando me conecto a internet, me entero de que Boca jugó con uno menos el segundo tiempo. No cambia en nada mis comentarios. Ni mi alegría, je je.

martes, 2 de octubre de 2007

"Hasta luogo"

No, no es un error tipográfico. Los madrileños dicen así, "hasta luOgo". Lo dicen con un tono especial, como cantando. Yo sabía que las des finales de las palabras las pronuncian como zetas (libertaz, Madriz), y que les cuesta la conjunción tl, por eso en vez de decir "atletismo" dicen "aletismo". Pero lo del hasta luogo me sorprendió.

Hasta luego, con la e como corresponde en buen argentino, es lo que digo en el otro blog. Una deuda que tenía pendiente, y que ahora está saldada. Ahora está claro que todo está acá, del lado de allá.

lunes, 1 de octubre de 2007

En busca del fútbol argentino

Quiero ver el fútbol argentino por TV y no sé dónde hacerlo. Ayer di unas vueltas y sigo sin encontrar un lugar. Tengo que averiguarlo antes de este domingo, cuando se juegue el Superclásico. Sí o sí.

Me entero de las alocadas noticias de esa balsa a la deriva que es River: lo agarra una correntada buena y gana con goleada y golazos, pero a la menor inestabilidad del agua se desarma y hace un papelón contra Tigre. Es una pena que Passarella y Aguilar nos hayan acostumbrado a pasar papelones. Pero bueno, se lo sufre a la distancia. Y el domingo espero poder sentir el River-Boca en directo desde algún bolichito madrileño.

La última noche que estuve en Valladolid, durante las fiestas de la ciudad, me puse la camiseta de River. Fuimos a un puesto de comida argentina, donde había absurdas ofertas llamadas "Pelotudito" y "Boludito", y un compatriota que atendía me hizo una referencia a que la mía era la ropa que usaban Medina Bello y Corti. En efecto, mi camiseta tiene la publicidad de Sanyo, que River usaba hace como diez o doce años. Después iba yo con dos personas por calle y, de pronto, nos salió al cruce un chico. No tendría más de 20 años de edad.

-Por tener la de River, los invito a unas cañas -dijo.

El chico fue hasta la caseta en la que trabajaba y al minuto volvió con tres vasos de cerveza, que nos regaló. Me contó que es de Mendoza, pero que hace ocho años que vive en Valladolid, y también viaja mucho a Santander. Ya perdió su acento argentino y habla un "mezcladito", como tantos de los que se radican en otras tierras.

A mí, con tan poco tiempo en España, ya me pasa que cuando estoy hablando se me cruzan por la cabeza expresiones españolas. Por ejemplo, una vez hablaba de que algo era caro, dije "cuesta..." y antes que "un vagón de guita" se me apareció la frase "una pasta". O en palabras que tengo que usar a la fuerza para que se me entienda, como "el bordillo de la acera" en vez de "el cordón de la vereda", "zumo de melocotón" en lugar de "jugo de durazno" o "camiseta, jersey y chaqueta" en vez de "remera, pulóver y campera". Cada vez que pasa algo así, recuerdo las amenazas de mis amigos sobre la posibilidad de que cuando vuelva haya perdido mi acento argentino y hable como un español. Espero que para evitarlo no tenga que llegar al límite de practicar argentino cada noche antes de dormir...