martes, 4 de diciembre de 2007

El problema de llamarse Cristian

Me gusta llamarme Cristian. Siempre digo que en la Argentina es un nombre que evidentemente estuvo de moda a fines de los setenta, en la época en la que yo nací, porque la mayoría de las personas llamadas así somos de esa generación. Los hay mayores y menores, es cierto, pero creo que la mayoría andamos rondando los treinta pirulos, treinta tacos.

En España, Cristian es un "nombre de niño pijo". En argentino, niño cheto. Porque aquí pijo significa cheto y, sí, su femenino es pija, una de las tantas palabras que usamos en mi querido país para denominar al miembro sexual masculino. Su uso en España lo pueden comprobar en el aviso de la serie española llamada Gominolas, uno de cuyos personajes es Susana, "la pija insatisfecha".

A lo que iba: que me gusta mi nombre. Pero suelo enfrentarme a un problema, derivado quizás de las dificultades (no sólo en la Argentina) para la comprensión lectora que denuncia el informe de PISA: los destinatarios de mis e-mais leen CristiNA por CristiAN. Y tal vez soy injusto, pero creo notar en las respuestas de varones un tono distinto cuando leen bien mi nombre que cuando lo leen mal. Ejemplo, un mail que me llegó hoy:

Querida Cristina.

gracias por todo. (...)

Besos


¿"Querida"? ¿"Besos"? Seguramente el remitente de este mensaje no me hubiese tratado de la misma forma de haber leído bien mi nombre (y los adjetivos y pronombres masculinos que aludían a mi persona) en el mensaje original. Por otro lado, yo nunca le escribí un mail con tanta deferencia a nadie que no conociera. Aunque, bueno, eso por ahí sea sólo por lo boludo que soy.

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